Puede que hayamos asumido ya que las redes sociales forman parte de la vida de los más jóvenes. Que compartir, comentar o jugar online es tan cotidiano para ellos como lo fue en su día el recreo para nosotros. Pero lo que no deberíamos normalizar, y cada vez parece más presente, es la violencia que también habita esos espacios digitales. Desde insultos velados hasta vídeos manipulados con inteligencia artificial, el acoso ha aprendido a moverse con soltura en el entorno online.
Por eso hoy, más que nunca, es urgente hablar de educación. Pero no de la educación en abstracto ni solo del currículo escolar, sino de algo más profundo: educar en el buen trato. Enseñar desde pequeños a respetar, escuchar, ponerse en el lugar del otro. Porque las habilidades sociales que se cultivan en casa, en la escuela o en el parque, son las mismas que luego se reflejan en internet.
El problema es real. Según datos de la Fundación ANAR, el 9,4 % del alumnado sufre algún tipo de acoso escolar o ciberbullying. Lo que antes podía limitarse al aula o al pasillo del colegio, hoy se extiende sin límites de horario ni espacio. No basta con apagar el móvil o cerrar sesión: el daño emocional persiste. Es en este contexto donde conviene revisar qué estamos haciendo y cómo podemos acompañar mejor a nuestros hijos, hijas y alumnos.
La prevención empieza antes del primer clic
Afortunadamente, existen recursos útiles que nos ayudan a entender cómo actuar. Por ejemplo, esta guía sobre acoso escolar que ha preparado EDUCO, una ONG que trabaja en la defensa de los derechos de la infancia; especialmente su derecho a recibir una educación de calidad. Un material claro, accesible y sobre todo humano, que pone el foco en la prevención y el acompañamiento. Porque el objetivo no es solo detectar un caso de acoso a tiempo, sino crear entornos donde simplemente no tenga lugar.
Educo lo tiene claro: el buen trato es la base. No se trata de eliminar comportamientos agresivos a golpe de sanción, sino de transformar las dinámicas desde el respeto y la empatía. Y eso implica a todos: familias, docentes, administraciones públicas y, por supuesto, a los propios niños y adolescentes, que deben ser escuchados y tenidos en cuenta a la hora de crear políticas y herramientas de protección.
Como organización que trabaja en más de 18 países, Educo no se limita a denunciar lo que no funciona. También invita a sumarse a la solución. ¿Cómo? Apoyando su labor diaria, haciéndote socio de ONG, colaborando para que proyectos como El Mejor Trato sigan llegando a quienes más lo necesitan. Porque en entornos vulnerables, la educación no es solo importante: es urgente.
Buen trato desde casa, la escuela y la tecnología
En casa, los adultos tenemos una responsabilidad ineludible. Hablar abiertamente sobre el uso de la tecnología, acompañar en las primeras experiencias digitales, saber qué juegos usan, qué redes visitan y cómo se sienten cuando navegan. No hace falta controlar cada paso, sino estar presentes, crear confianza y mostrar interés real. A veces, una simple conversación evita una gran herida.
En las aulas, es fundamental dotar al profesorado de herramientas y tiempo. No se puede esperar que un docente, sin formación específica ni apoyo institucional, asuma la compleja tarea de gestionar casos de acoso digital. Por eso Educo insiste en reforzar la figura del Coordinador de Bienestar, clave para la promoción del buen trato y asegurar el bienestar y protección del alumnado, que aún hoy opera con medios insuficientes en la mayoría de centros.
Educar en el buen trato es una apuesta a largo plazo. No hay atajos ni soluciones mágicas. Pero si conseguimos sembrar respeto, escucha y empatía desde las personas adultas hacia la vida cotidiana de nuestros jóvenes y niños, habremos avanzado más que con cualquier filtro parental o reglamento escolar. Porque el antídoto contra el acoso no está solo en el código penal o en una app: está en cómo nos relacionamos, también cuando nadie nos ve.